jueves, 27 de noviembre de 2014

EL JUEZ



  Me he mudado de piso, estoy viviendo en un edificio antiguo, un tanto tétrico en su fachada exterior pero confortable en lo que atañe a mi vivienda, sólido y seguro, con una puerta blindada a prueba de bombas, con cámaras ocultas que visionan desde el portal hasta la puerta. Me he mudado porque siento que me amenazan, no directamente, sino de una forma velada que me causa una gran inquietud con el agravante de que provienen de mi entorno. Nadie sabe donde vivo, me habría venido bien el hacerme invisible, pero aquello falló, no se si me habéis leído en una entrada anterior.
   Como normalmente pasa las cosas nunca vienen solas y me explico: Tengo por costumbre leer el diccionario dos horas todos los lunes de una forma aleatoria, abro una página al azar y leo hasta que el tiempo dedicado se acaba, una de esas palabras era ley. La importancia de esa palabra que habitualmente no se la daríamos, en estos momentos tiene un significado especial por los tiempos que corren y además por la coincidencia de que mi vecino de planta es juez. Todas las demás palabras que he leído el lunes se pueden obviar perfectamente. Levas, léxico, lexicón, lezda, lía, libelo, etc.
   Ley: “Precepto dictado por la suprema autoridad, en que se manda o prohibe algo en consonancia con la justicia y para el bien de los gobernados”.
    La definición me deriva a justicia.
    Justicia: “La justicia es la concepción de cada época y civilización tiene acerca del sentido de sus normas jurídicas. Es un valor determinado como bien común por la sociedad. Nació de la necesidad de mantener la armonía entre sus integrantes. Es el conjunto de reglas y normas que establecen un marco adecuado para las relaciones entre personas e instituciones, autorizando, prohibiendo y permitiendo acciones específicas en la interacción de individuos e instituciones”.
    Mi vecino, el juez (persona que tiene autoridad y potestad para juzgar y sentenciar) persona afable y al que le gusta conversar, me da la impresión por su forma de mirarme al principio de conocernos y de escudriñar su entorno, que también está amenazado, es posible que tengamos que protegernos mutuamente, hacer un búnker de nuestras viviendas.    
    Mi vecino se ha jubilado hace poco tiempo, pero su tema de conversación suele ser su profesión, algo que sigue apasionándole y de la que yo participo. En esas charlas que mantenemos no tengo por menos que preguntarle por la aplicación de la ley, si esta es sensata y si se hace justicia. Mi vecino se ríe y me pregunta a su vez si no he visto en su aplicación de casos prácticamente iguales interpretaciones dispares, y por supuesto sentencias dispares. Normalmente no se hace justicia porque normalmente las leyes no son justas, porque tenemos muchas leyes que no se ajustan al bien de los gobernados, sino al bien de los gobernantes, y las interpretaciones van unidas muchas veces al perfil ideológico de quien las emite.
    No hay ley ni justicia, tenemos leyes y justicias, ese es el problema, para gobernar no sirven ni la ley, ni la justicia, ni la verdad.
     Después de lo dicho me miró tiernamente y se puso el dedo índice perpendicularmente sobre los labios.


    “De una novela de Joyce: “Me estás hablando de nacionalidad, de soberanía, de lengua, de religión. Pues bien, estas son las redes de las que estoy intentando escapar””.


lunes, 3 de noviembre de 2014

PALANTE



    Este país se ha vuelto intolerable para la gente de bien, para las personas con un mínimo de sensibilidad, pero solo una parte, tenemos otra parte que creyéndose gente de bien, aparca la sensibilidad y justifica lo que pasa, y lo justifica con su voto a los corruptos. Esa gente que vota a los corruptos de alguna manera participa de la corrupción, encontrándonos con que al parecer gente de bien no lo son tanto, no es ningún galimatías, nos creemos de bien pero obramos mal, es verdad que posiblemente se asustan por lo que pueda venir, y el miedo todos sabemos a donde nos lleva, a la parálisis. Así vamos al bucle perfecto que aludia en la entrada anterior, queremos cambios para que nada cambie, no es el camino, o se limpia o no se limpia.
  Dándole vueltas a la cabeza sobre lo que pasa, es tal el grado de indignación que en momentos me entran ganas de largarme de este país de mierda, para después rectificar y pensar que sería una especie de cobardía el abandonar. ¿Qué hacer? Aguantar y en la medida de mis posibilidades hacer frente a esta chusma que intenta degradarnos como individuos. Como dice el amigo Fdezmoya, tenemos que tirar palante.

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