Últimamente me da por sospechar de todo, mirar esas entradas de por ahí abajo, no se si me estoy volviendo paranoico, creo que me siguen y me amenazan, ya lo dije. El caso es que voy a ampliar mis conocimientos, estoy asistiendo a un curso de defensa personal y otro de espía, este último creo que en alguna ocasión ya lo intente y me suspendieron.
Supongo que todo esto se puede entender, me defenderé como gato panza arriba ante cualquier ataque, y lo de espía para tomar la delantera a los que me siguen.
Por de pronto he montado en el sótano de casa un ala delta con un motor que me agencié de una vespino, me ha costado un gran trabajo montar el tinglado ya que no estoy muy ducho en estas lides, pero ahí está, un ala delta motorizada. Esta ala delta me va a permitir espiar a los que me espían y así podré dar el primer golpe. Primer objetivo y para no andar con tonterías, va a ser la Moncloa, volaré por encima y con una cámara Gopro de última generación veré en cualquier momento los movimientos del presidente, al que tengo muy presente en una fotografía a la que he pintado de rojo y puestos unos cuernecitos.
Unos días mas tarde.
Vivo cerca de una colina, lo que me permitió subir con el ala delta a cuestas hasta la cumbre. Eran las dos de la mañana, hora ideal para que nadie te vea. Una vez montada y revisada para que no hubiese ningún fallo, con su correspondiente kit para casos de avería consistente en trozos de percal para las alas y pegamento super rápido, el ala delta estaba en posición de despegue, la claridad por el horizonte auguraba un día espléndido.
Hora H. Enciendo el motor que mete un ruido de mil demonios ya que se me olvidó ponerle silenciador, espero no se den cuenta o no le den importancia, me tiro cuesta abajo, por supuesto con mi casco de bicicleta para evitar multas. En un santiamén cojo velocidad y el ala se eleva majestuosamente, ni que decir tiene que no podía ser de otra forma, todo el aparejo estaba colocado según los planos de Lockheed.
Con un plano y una brújula me oriento hacia la Moncloa, diez minutos ni más ni menos y según lo planeado (nunca mejor dicho) me dirijo al complejo presidencial que se divisa en el horizonte, la cámara sujeta en la frente por debajo de la visera del casco para filmar siguiendo prácticamente mi vista, todo en orden.
De orden nada de nada, oigo el ruido tremendo de unas aspas, un helicóptero viene derecho hacia mi y me pone los pelos de punta, no puede ser que me descubran tan pronto.
Escribo desde el hospital de la Paz, tengo rotos 27 huesos según el doctor, cuatro policías velan mi puerta, lo cual entiendo como un tremendo despilfarro, mis días de espía se terminaron.
En el telediario de la noche ni una reseña, que vergüenza, el presidente podrá dormir tranquilo.
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