Anteayer me encontré con Picio, la musa aquella que había liquidado. Tuvimos una pequeña discusión, el caso es que me recomendó o más bien me amenazó para que ese nombre que ella consideraba un insulto, lo cambiase, se llama Talía o Melpómene, según las circunstancias. Me llevé una alegría porque después de todo tenía cargo de conciencia, remordimientos que me inquietaban a las dos de la mañana, como si un despertador se hubiese puesto de acuerdo con mis pesares. Las musas son indestructibles (esto lo sé ahora), van y vienen sin aviso alguno, son libres y volubles.
Talía me pasó la mano por el hombro y me perdonó, son en el fondo buenas y tan necesarias como el mismo aire que respiramos. Te voy a encender la bombilla, me dijo, que veo que está a menos de un cuarto de watio. No es que estuviese en horas bajas, pero una mano, ¿quien no lo agradece?. Me largó unos apuntes, yo andaba prevenido después de aquello que me pasó y llevaba en los bolsillos kleenex y un bloc, uno para los mocos y el otro para si en cualquier momento se acercaba una musa cualquiera.
Tú as pensado en la grandeza de algún personaje público, me soltó de sopetón. La miré con incredulidad, una musa no te ataca así, al pronto, te prepara, te ilumina lentamente hasta que vas cogiendo ritmo en el enlace de las palabras, que las frases salgan hilvanadas, lo normal digo yo. No, le dije, más escueto no podía ser.
Escúchame con atención, esto te parecerá simple pero no lo es. Un hombre público puede programar una carretera, un edificio, cualquier cosa que tenga una función y que luego sea viable para la ciudadanía. Esa parece ser su misión, o una parte, ¿está claro?. Sí, por supuesto, para eso están, le contesté. Pero ellos buscan pasar a la posteridad y ahí no radica su grandeza. ¿Entonces?, le dije. Es sencillo, su pase a la posteridad consiste en hacer cosas que no valgan para nada, que se las recuerde por su inutilidad y gasto excesivo, por su desprecio del dinero público, por su memez. ¿Quién se acuerda de algo que sirva a la ciudadanía, al bien de los demás?, nadie, ¿pero de una sandez mayúscula?. Que genio, que visión tuvo el idiota que proyectó un aeropuerto que no sirve para nada, ¿te das cuenta de su mente excepcional?.
Las musas te traen ideas que solo ellas son capaces de descubrir, la perdoné para siempre y además ya no insistió en lo de las novelas ni nada parecido. Este apunte si que es una visión, jamás dejaré a Melpómene.