Decía Platón que los sueños permiten descubrir el estado del alma.
El otro día me desperté o más bien me hizo despertar un sueño muy inquietante. Por una calle desolada y en compañía de un profesor de mis años jóvenes, discutíamos del bien y el mal, de la ética, de la moral y del mundo bajo estos principios. Yo le decía que el hombre no tiene arreglo y que esos principios estaban perdidos, que lo que nos movía eran otras prioridades que en nada se parecían a aquellas.
En esto, por la calle que se había difuminado se percibía una figura en principio borrosa que se hacía nítida a la par que se acercaba, me era muy familiar antes de ver con claridad sus formas que me empezaron a espantar. Cuando estuvo a nuestra altura pegué un grito y me desperté, aquella figura era yo.
Estamos duplicados aunque el otro habite en el sueño, desde entonces procuro dormir poco, no sea que vuelva y me recrimine algo
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